Sábado

- ¿Eso es todo lo que pasó el día viernes? – preguntó Jere, continuando con la entrevista.

- Por lo menos es todo lo que yo recuerdo y lo que a mi me tocó pasar. Luego de que mi secuestrador, el mismo que había aportado su ADN para que yo existiera, me había devuelto a mi cuarto “como castigo por portarme mal” (así me decía él, adoptando un tono paternal en la voz), yo me había resignado. Estaba exhausto, física y mentalmente. No podía comprender qué motivos podía tener para hacerme esto, para hacernos esto. Tampoco tenía más energías para seguir buscando una respuesta, solo quería dormir y despertar en otro lugar, en otra vida.

Pero, el que si tiene mucho que contar de esos días es mi hermano Matías. Después de todo, ese pequeño fue el que nos rescató a todos de aquella pesadilla.

- Estoy de acuerdo, y me encantaría poder hablar con él también, pero las leyes de protección al menor me impiden hacerle cualquier pregunta al respecto y mucho menos puedo grabarlo. Solo podemos recolectar tu testimonio, y por esa razón te pedimos que nos acompañes hasta aquí en el mismo momento en que te sacamos de esa casa.

- Si, recuerdo ese momento. Lo que no entiendo es por qué me tenían que llevar en un móvil distinto que en el de mi madre y mi hermano. Ni siquiera pude acercarme a darles un abrazo.

- Lo siento, Fer, pero era parte del protocolo llevarlos a cada uno en un móvil distinto.

- ¿Protocolo? ¿Qué tipo de protocolo impide que una familia se pueda reencontrar después de ser secuestrados?- le pregunté con un notable enojo y despecho.

- Solo te puedo decir que era lo que teníamos que hacer en ese momento. Seguramente vas a entender todo muy pronto…

- Esta bien. Siguiendo con lo que me decías, tengo una idea.

- ¿Cuál idea? Cuéntame.

- Dices que tu no puedes hablar con Matías, ¿Es cierto?

- Exactamente.

- Pero nada me prohíbe hablar con él y luego decirte lo que él me cuente, ¿O si lo hay?

- Para nada. Es una muy buena idea, Fernando. Tienes un deseo enorme de saber la verdad de todo, y se nota que luchas contigo mismo por siempre hallar la opción más justa y correcta.

- Muchas gracias, Jere. Entonces, ¿Puedo hacerlo?

- Anda y hacélo. Tu hermano debe estar esperándote en la cafetería con un oficial a su cuidado. Solo asegúrate de que nadie más escuche, o podrían usarlo en su contra en el juicio a tu padre.

- Esta bien, no hay ningún problema con eso. Vuelvo en media hora.

(En ese momento se corta la grabación, y vuelve a empezar cuando me reúno de nuevo con Jeremías en su despacho.)


- ¿Y? ¿Pudiste averiguar algo? -me preguntó ansioso.

- Claro que sí. Mati confía ciegamente en mí.

- Entonces cuéntame, ¿Qué te ha dicho?

- Por empezar, cuando me vio empezó a llorar y se pegó a mis piernas hasta que le dije que si me soltaba le iba a comprar un yogur con cereales. Y así lo hizo. Entonces fuimos hasta la plaza que está a la vuelta de la comisaria y nos sentamos a charlar. Me preguntó si mama estaba conmigo, pero yo le dije que pensé que estaba con él. Y después de sus preguntas acerca de cuando íbamos a volver a casa y cuando íbamos a volver a estar juntos en familia, le pedí que tenga paciencia y que me responda unas preguntas para que podamos regresar más rápidamente a la normalidad[ML1] .

Primero, me contó cómo fue que papá lo había ido a buscar a la casa de Doña Rosita, que, ahora que lo pienso, no sé cómo supo dónde lo había dejado yo. Supongo que nos habría estado espiando todo este tiempo, y por eso mamá se había preocupado tanto porque no dejáramos entrar a nadie mientras ella no estaba. Luego, me dijo acerca de lo bueno que había sido el abuelo Jorge y yo le conté también cómo cuidó de mi cuando me caí del techo del establo y el desayuno que me había preparado. Hasta ese momento no me había dado cuenta de cuales eran los motivos por los que tenia ese trato tan cariñoso conmigo, y era porque no estaba cuidando simplemente al prisionero de su hijo, sino que estaba cuidando a su mismo nieto.

También me contó que fue él quien llamó a la policía el día sábado a la mañana cuando, al despertarse e ir al baño para cepillarse, vio que había sangre en el lavamanos y se dio cuenta de que eran de mamá porque la había escuchado llorar y quejarse durante toda la noche. Entonces, no le importó si el que la había lastimado era su papá y marcó el numero de la policía que mamá nos enseñó desde chiquitos por si en algún momento teníamos una emergencia (el mismo número que debería haber marcado yo cuando tuve la oportunidad), y notificó la situación de maltrato, en sus palabras de niño, pero lo hizo. Lo que aun no entiendo es cómo hizo la policía para rastrear su ubicación.


 [ML1]Lo cierto es que después de todo esto, nadie va a regresar a la normalidad. Nuestras vidas ya iban a ser muy distintas luego de la pandemia, y ahora después de tantos cambios en nuestra familia mucho más.

Comentarios

Lo más leído

Domingo, otra vez.

Libre, por fin.