Todo Cambió.
Me moría de curiosidad
por leer esa carta, pero antes tenía que preparar todo para el velorio y el
entierro de mi mamá. La mayor parte de las cosas ya habían sido preparadas por
la casa de sepelios que tenía contratada mi familia. Lo único que quedaba por
hacer era decirle a la familia el horario y la dirección a donde la iban a
velar.
Nada fuera de lo
normal pasó en ese velorio, nada que no sea de esperarse en situaciones como esta.
Gente llorando, discusiones por personas que no se presentaron, un conjunto de
mujeres rezando por la recién fallecida, y cosas por el estilo. Por eso es que decidí
omitir esta escena y el difícil momento de mirar a mi hermanito a la cara e
intentar explicarle entre lagrimas lo que había pasado. Mejor los voy a llevar
directo a lo grueso del asunto: la carta de mi mamá.
Cuando el
velorio y el entierro acabaron, volvimos a nuestra casa con Mati. Con mi padre
y mi madre muertos, había quedado yo como su tutor legal. Yo, el que no
soportaba estar un minuto con Matías, era ahora el que se tenia que ocupar de
su educación y de su desarrollo. Ahora más que nunca tenía que conseguir un
trabajo, aunque, por lo menos, la herencia que me habían dejado mis padres me
bastaba para estar tranquilo, aunque sea por un tiempo.
En fin, ya en
casa, Mati tenía el corazón hecho pedazos, y yo no estaba mejor. Él se encerró
en su pieza cerrando la puerta con un fuerte golpe. Ese día comenzó su
adolescencia. Ese día comenzó mi adultez.
Yo también estaba
mal, pero tenia que mantener la calma. Parecía que todo se había venido abajo.
Cuando, de repente, escuché el timbre de mi casa sonando, y fui a atender. Era
Carolina.
- Hola, Fer. –
se notaba algo nerviosa - ¿Cómo estás? – no me dejó responder – Perdón, es una
pregunta muy tonta. Seguramente estas muy mal, por eso vine. No sabía qué se hacía
en estas situaciones, así que te traje una torta, espero que la disfrutes.
Entonces le dije:”
No digas nada. Solo abrázame.” Es la frase más cursi que se me podría haber
ocurrido, pero así pasó. Estuvimos sumidos en ese abrazo por mucho tiempo. De verdad
no sé cuánto tiempo pasó, pero sí sé que me hacía falta.
Después de eso,
Caro me preguntó si necesita algo, cualquier cosa, y yo le respondí que necesitaba
unos hombros y un par de oídos que me escuchen. Ella me dijo que quería estar ahí
para mí. Entonces, fuimos a la sala de estar, y nos sentamos frente a la salamandra
que había encendido apenas llegó Carolina para calentar el hogar. Primero, me
asomé a la pieza de mi hermano para asegurarme de que estaba dormido, y como efectivamente
lo estaba, me senté al lado de Caro y le conté todo lo que había pasado, desde
que me metieron a la cárcel por estar corriendo por la calle sin barbijo, hasta
que la policía nos rescató del hombre que nos había secuestrado, hasta la carta
que encontré en el bolsillo del pantalón de mi mamá. Cuando me preguntó si ya
la había leído y le respondí que todavía no, me dijo que, si yo quería, aproveche
este momento para leerla junto a ella, que no se iba a ir de mi lado hasta que
no cierre esta etapa.
Era lo que me hacia
falta para tomar el valor y leer esa carta de una vez por todas. Así que, la saqué
de mi bolsillo y la abrí. Aunque parezca poco, fue lo mas difícil. Después de
eso me fijé en los detalles de la carta, y vi que la fecha en la que la había
escrito era del 28 de junio del 2020, dos días antes de que seamos rescatados,
pero me sorprendió que no esté dirigida a nadie en específico. Bien, aquí les
dejó una copia de lo que decía en esa carta:
28/06/20
Para el
que encuentre esta carta:
Si están
leyendo esta carta es porque estoy muerta, porque de otra manera no me atrevería
a seguir viviendo con mi vida expuesta a los ojos de otra persona.
En
caso de que sea alguno de mis hijos, quiero decirles que los amo, o, mejor
dicho, los amé con todo mi corazón, y si les hice daño y los perjudiqué con mis
decisiones, quiero pedirles perdón. Nunca fue mi intención que esto llegue tan
lejos. Yo solo quería mantenerlos a salvo de todo el mal, y creí que el mejor
modo era ocultándoles la verdad. Pero, por lo visto no funcionó y aquí estoy,
escribiendo una carta para que mis secretos no sean enterrados con mi cuerpo,
sino que puedan quedar plasmados en una hoja de papel.
De lo
contrario, si el que está leyendo esta carta es algún juez o medico (porque si
logro salir de aquí, lo más seguro es que aparezca muerta en alguna celda donde
me van a encerrar cuando encuentren el cadáver de mi marido en el patio de mi
casa), le suplico que esta carta sirva como una confesión y a la vez como una
señal de arrepentimiento.
En
todo caso, el que sea que esté leyendo este papel, quiero que sepa que a veces causa
mas dolor ocultar la verdad que simplemente decirla.
Escribo
esta carta porque los secretos y las mentiras que he ocultado en mi vida hoy no
me dejan dormir, y si llego a morir aquí, quiero poder hacerlo en paz.
Para
ser honesta, tampoco es que crea vivir mucho tiempo más. La vida me ha pagado
tanto mal con una enfermedad terminal, que también acabó con la vida de mi
madre hace un par de años.

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