Domingo, otra vez.
- Que si cómo lo encontramos, simple.
Unos días atrás, habíamos recibido una llamada de un vecino suyo preocupado
porque unos perros no dejaban de ladrar y no había nadie en su casa para
alimentarlos.
- Esos perros
molestos nunca dejan de ladrar, debieron haber ladrado mucho como para llamar la
atención de los vecinos al punto de llamar a la policía por esa razón.
- A diario
recibimos llamadas de todo tipo, la mayoría son por situaciones ilógicas o por
casos como estos en los que la gente imagina más cosas de las que en verdad
ocurren. En fin, esa no fue la única llamada que recibimos sobre tu familia. Al
día siguiente (si no me equivoco, el día Martes por la mañana) otro vecino,
esta vez una señora de mayor edad llamada Pancracia del Valle…
- ¡Doña
Rosita! - (Le interrumpí)-
- ¿Rosita? – (Me preguntó Jeremías extrañado.)
- Si, así le
decimos en el barrio por su color favorito. Al parecer no le gustaba mucho el
nombre que le pusieron sus padres.
- ¿A quién le
gustaría? (Nos reímos por un momento)
Bueno, como
te decía, esa mujer nos llamó asustada porque se sentía culpable de haber
dejado ir a un niño con un hombre que no conocía. Según lo que nos contó, en el
barrio se venía hablando de la desaparición de Miguel y había rumores de que su
gemelo, Fernando, quería suplantarlo, y cuando ella escuchó eso, lo primero que
hizo fue llamarnos a nosotros para que investigáramos. Además, como nos dijo el
nombre de tu hermano, al recibir una llamada de un niño llamado Matías, contando
una situación de violencia un tanto sospechosa (que encajaba con lo que suele pasar
en casos como estos), supimos que se trataba de la misma persona. Mejor dicho, Marcos, el jefe del departamento de criminalística, fue quien se sintió llamado
por este caso desde el principio y se encargó de unir todos los puntos para
llegar a la conclusión de que el secuestro había sido llevado a cabo por una envidia
y un deseo por ocupar el lugar de otra persona (demasiado común entre gemelos).
- Por lo
visto, tengo mucho que agradecerle a ese tal Marcos. No muchos dedicarían su
tiempo a investigar un caso así teniendo tan pocos indicios o pruebas de que
algo ocurre en verdad.
- Tal vez. De
todos modos, es su trabajo, no tienes que agradecerle nada.
Para terminar
mi explicación, solo queda decirte lo más obvio. Cuando recibimos la llamada,
Marcos estaba escuchando y decidió utilizar a sus contactos para permitir que
rastrearan la llamada rápidamente. Y, apenas lograron hallar de dónde se estaba
realizando la llamada fueron directo para allá. Bueno, yo también los acompañé,
pero eso no es lo que importa.
- Claro que
importa, Jere. También te debo las gracias a ti. Si no fuera por todos ustedes,
quizá no estaría vivo para contarle todo esto a nadie.
- Ya te lo dije, es nuestro trabajo.
Antes de
dejarte ir de una vez, ¿Hay algo más que recuerdes y quieras contarme?
- Si lo hay.
En realidad, no creo que tenga mucha importancia, pero siento que este es el
momento para hablar de todas estas cosas.
- Por
supuesto, Fer, estas en un lugar seguro. Puedes decir cualquier cosa.
- Te
agradezco por esto también.
Resulta que, ayer
sábado, es decir, el ultimo día que estuve ahí encerrado, fue el día más productivo
de todos los que pasé allí. Como ya estaba cansado de intentar escaparme y no conseguir
nada, antes de que ustedes llegaran, me puse a pensar en todo lo que me estaba
sucediendo. Nada era como yo lo había planeado. Desde el principio de la
cuarentena me había sentido así, como fuera de lugar. Me refiero a que cada año
nuevo fijaba una lista de metas y propósitos para ese tiempo, como aprobar
todas mis materias, salir a caminar más seguido, conocer gente nueva, cosas por
el estilo. Pero lo único que había hecho en todo el año había sido amargarme y
quejarme por el rumbo tan inesperado que estaba tomando mi vida. En ese ultimo
tiempo encerrado, me di cuenta de que las cosas no son siempre como uno las
planea, y eso no tiene por qué ser algo malo. Descubrí que todo sucede por un motivo,
y que lo que nos tiene que pasar nos va a pasar, aunque nos resistamos. Por unos
minutos me sentí bien, me sentí en paz. Todos mis problemas desaparecieron.
Antes me preocupaba
por no estar yendo a clases ni juntándome con mis amigos, pero en ese momento
todos aquellos problemas quedaron en segundo plano. Eso me hizo darme cuenta de
que nuestra felicidad no depende del tamaño o la duración de nuestros
problemas, sino del modo en que vemos esos problemas. Y debemos verlos como
algo inevitable, pero no solo eso, sino que también son una oportunidad para crecer
y para hacernos mas fuertes. Sonreí. Estando encerrado pude sonreír. Y, en ese
preciso instante, veo la puerta del cuarto abriéndose, y, del otro lado, unos
hombres con uniforme me dicen que todo había acabado. Me llevaron afuera. Allí,
tuve el tiempo suficiente para asegurarme de que mi mamá y mi hermano estén a
salvo, aunque no me permitieron acercarme para saludarlos y tuve que
conformarme con vernos de lejos y decirnos con la mirada que todo iba a estar
bien. También vi cómo subían a Fernando a una de las camionetas en las que fueron.
Pero, no todo
lo pensé en ese momento. Después de que me trajeron a la comisaria, cuando me buscaron
un cuarto para pasar esa noche custodiado por la policía, también aproveché el
tiempo de insomnio para pensar en todas estas cosas. Y, por la mañana, cuando
vi que ya era domingo, otra vez, estaba resuelto a venir hasta acá de nuevo
para hablar contigo y cerrar este capítulo definitivamente.
- Cada vez me
sorprende mas lo que pasa por tu cabeza. Me parece muy positiva tu manera de
pensar y ver las cosas.
- A mí también
me sorprende, créeme. Yo nunca fui así, me pasaba todo el tiempo viendo el lado
negativo de las cosas, y me ponía de malhumor por cada pequeño problema. Pero, siento
que cambié, y sigo cambiando.
- Me alegro
por ti.
- Gracias…

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