Segundo secreto.
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El segundo secreto está muy
relacionado con el primero. En realidad, todos lo están. Si nunca hubiera
aceptado aquel trato macabro con Fernando, quizá nada de esto hubiera pasado.
Recuerdo
la horrible sensación que cada noche atravesaba me mente al recordar el daño
que este secreto podría causarle a Miguel. Mi intención no es justificar mis
actos, de hecho, a la única persona a la que le debo explicaciones ya no está aquí
conmigo como para hacerlo. Mi única intención es sacar de mi cabeza cada uno de
los pensamientos que me vienen atormentando cada noche desde que quedé
embarazada de Fer. Es por esto que voy a tratar de mostrar mi pasado en una
carta y de la forma más objetiva posible (misión totalmente absurda), sin intentar
dejar una imagen de completa inocencia, pero tampoco permitiendo que me
recuerden como un monstruo, porque no lo soy. Creo que todas las personas
tienen sus defectos, al igual que sus virtudes, y no es justo que algunos sean
martirizados como si solo hubieran poseído virtudes, ni que otros sean borrados
de la historia solo por haber cometido errores.
Si,
cometí errores; más de los que me habría gustado. Pero, en su momento yo estaba
convencida de estar haciendo lo correcto. En un principio, cuando Fernando me
hizo su oferta, yo no estaba pensando en mí, yo estaba pensando en Miguel.
Quiero decir que yo sabía lo mucho que él quería tener un hijo, y lo mucho que
le dolería si se enteraba que nadie iba a heredar sus genes. Peor aún, tenía
miedo de lo que podía llegar a hacerle a su hermano si se enteraba de que la
causa por la que no podía cumplir con ese anhelo era una broma pesada suya.
Entonces, pensé – y me hago responsable absolutamente por lo que pasó por mi
mente en ese momento – que no tenia sentido traer el pasado de nuevo al
presente, y también una voz en mi cabeza me tentaba a hacerlo, diciéndome “Miguel
nunca se va a enterar”, “Nada pondría más feliz a tu esposo en este momento que
darle un hijo”, “Además, son gemelos, seria casi imposible adivinar cual de los
dos es el padre.” Y fue por eso, en parte porque la idea de estar con el gemelo
de mi esposo era algo excitante, pero también por amor. Si, por amor. Porque, a
pesar de que los conocí a los dos pensando que eran una sola persona, con el
tiempo conocí a quien Fernando era realmente, y llegué a amarlo hasta el punto
de que, si tenia que acostarme con otro hombre para cumplir con su sueño de ser
padre, lo haría. (Hecho que, aclaro, no significó nada para mí porque yo sabía
bien a cual de los dos le pertenecía mi corazón.)
Pero,
como ya lo dije antes, había algo que no me dejaba dormir por las noches. No
estaba siendo honesta con mi esposo, y eso nos estaba separando. Y, lo peor de
todo, es que en lugar de contarle toda la verdad y hablar del asunto, decidí
tapar ese secreto con otro más grande todavía.
Fernando
y Miguel se seguían viendo, aunque ya no en la casa de su padre porque tras una
discusión muy fuerte acerca del hecho de que los dos hayan tenido que pasar su
adolescencia en un manicomio (siendo que solo Fernando necesitaba ser tratado) Miguel
se alejó definitivamente de su padre y no volvió a verlo desde que terminaron
su tratamiento. En realidad, Miguel no quería tanto a su hermano, más bien lo seguía
viendo porque le daba lastima. Pero, a mi no me gustaba la idea de que pasen
mucho tiempo juntos, porque tenía miedo de que Fernando abra la boca y le
cuente todo. Siempre envidió a su hermano, aun no sé por qué. Y esta era la
oportunidad perfecta para terminar de arruinarle la vida. Además, desde que eso
pasó, había notado que Fernando iba mas seguido a casa y también sospechaba de
sus intenciones conmigo. Tenía que hacer algo al respecto. No podía permitir
que mi matrimonio se arruine por ese secreto, ni mucho menos quería volver a
engañar a mi esposo con su propio hermano. Así que resolví hablar con Fernando
y pedirle, de la forma más amable que podía hacerlo, que deje de presentarse en
nuestra casase y se fuera lejos de nuestras vidas. Pero, él no aceptó. Me dijo
que no había pasado una noche luego de estar juntos en que no piense en mí, y también
me dijo que no podía privarlo de ver a su hijo. Yo le respondí que ese niño no
era su hijo, y le volví a insistir para que se largara. Hasta llegué a ofrecerle
dinero, pero se negó. Entonces, se me ocurrió amenazarlo con lo que mas le
importaba, que, al igual que a Miguel, era tener un hijo. Obviamente no iba a
renunciar a mi hijo, solo quería asustarlo. Y funcionó. Una semana después, Miguel
me llamó llorando para que fuera a ver lo que había aparecido en el diario que
estaba leyendo. Me mostró una esquela con el nombre de su hermano y la fecha de
su muerte, que era la misma del día en que lo amenacé con abortar. Miguel
estaba destrozado. Lo abracé muy fuerte, cuidando de no hacerle daño al bebé en
mi panza, y lloramos por la muerte de Fernando. Aunque otro aviso en el diario
hizo que mi llanto se detenga. Un poco más abajo de la esquela de defunción de Fernando,
leí una propaganda que me llamó la atención. El supuesto nombre de la marca era
“FyM”, las iniciales de mi nombre con el de Fernando, y la publicidad decía algo
así como “Seguros FyM, cuidamos a tus hijos como si fueran los nuestros. Llama
al numero de abajo y contratá tu seguro ya.” Ese anunció me dejó perturbada. Quizás
era solo mi imaginación que me estaba jugando una mala pasada, pero tenia que
estar segura. Así que, me separé de Miguel, retiré el periódico del sillón y me
fui a la cocina con el pretexto de prepararle algo para comer. Pero, lo primero
que hice ahí fue agarrar el teléfono y marcar el número que aparecía en el
anuncio que acababa de leer. La conversación fue algo así:
--- ¿Hola?
¿Estoy hablando con “Seguros FyM”? – pregunté susurrando.
---
Esta es la quinta vez que llaman. Acá no vendemos ningún tipo de seguros,
señora. Así que dejen de llamar.
--- ¿Don
Jorge? – pregunté al reconocer la voz.
--- ¿Quién
habla? ¿Cómo sabe mi nombre? Quien sea que esté llamando, deje de hacerlo. Esto
no es gracioso – respondió mi suegro molesto.
Al
ver que el numero del anuncio era el de la casa de mi suegro, me quedó bastante
claro que ese anuncio iba dirigido hacia mí. Y entendí que era algún tipo de
mensaje que quería decir que Fernando había fingido su muerte para alejarse de
nosotros, y seguramente estaba en la casa de su padre, ya que es al ultimo
lugar donde Miguel iría.
Después
de eso, terminé de armar unos sándwiches de pollo para mi esposo y fui a llevárselos.
Y, cuando recibe de mis manos el plato con los sándwiches, me mira a los ojos y
me dice “ ¿Qué te parece si le ponemos el nombre de mi hermano, que en paz
descanse, al bebé que está en tu vientre?” Yo no supe qué responderle. Solo le
sonreí y asentí con la cabeza.

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